Por Adriana Marcela Duque Llano
Psicológa
Especialista en psicología de los cuidados paliativos
Desde la filosofía y la antropología podemos encontrar distintos enfoques para interpretar el proceso de la muerte, siendo el más acertado en nuestra cultura occidental la visión de la muerte como un “mal”, limitando al ser humano en su desarrollo y socialización con los otros, frustrando planes y proyectos, tanto de la persona que muere como de los seres cercanos a esta. Es importante dentro de cualquier intervención con pacientes en nuestro medio partir desde esta visión pues en su mayoría las personas de nuestra cultura tendemos a temer a la muerte y especialmente a procesos de enfermedad por el sufrimiento que esto genera en nosotros y nuestros seres queridos.
Partiendo de este punto y teniendo este conocimiento, sin “encerrarnos” en él ni generar prejuicios y generalizaciones al respecto, debemos entrar en el contacto íntimo con el otro, con el ser humano que se encuentra viviendo estas experiencias cercanas al fin de la vida y a sus familiares, pues el comprender esta etapa de la vida no parte de nuestro conocimiento al respecto, a pesar de este ser importante, si no de la experiencia con el otro y de sus propias creencias y su propia filosofía. Se requiere de una empatía y una comprensión del otro para lograr comprender su filosofía personal y comenzar a crear una visión que le aporte a todos (paciente, familia, terapeuta, equipo de salud, sociedad…) unos mayores alivios del sufrimiento y un aumento del bienestar, dentro de sus posibilidades.
Para este proceso de acompañamiento, de manera personal y dentro de mis experiencias profesionales, prefiero centrarme en un enfoque humanista-fenomenológico, el cual manifiesta que se encuentra la verdad a través del observar la experiencia tal cual es, renunciando a los conocimientos o prejuicios. “En el corazón de la fenomenología se halla el convencimiento de que en la experiencia pueden encontrarse verdades necesarias”.
Esta visión o enfoque apoya el aparte que encontramos en el texto de Moreno Saavedra, en el cual menciona que “ante las situaciones límite la única actitud que cabe tiene que ser absolutamente distinta de la científico – técnica”. Comenta el autor en este mismo texto que la “contemplación” llega a ser la invitación para atravesar los momentos límite y trascender, ya que la dominación no aplica en esos momentos de la existencia. Pensamiento con el que me identifico plenamente, teniendo en cuenta la experiencia en esos momentos del final de la vida a los que me he enfrentado con pacientes en el día a día de mi trabajo profesional.
A partir de esto centro mi trabajo en invitar primero a nosotros como terapeutas y luego a los pacientes y familias a trabajar desde técnicas de contemplación y meditación promoviendo la observación, la renuncia al control y el vivir el “aquí y el ahora” que nos permite darnos cuenta de lo que sucede en el momento y nos apoya a generar actitudes y conductas más enfocadas al solucionar los asuntos que restan nuestra tranquilidad, lo que nos generan sufrimiento, y a aumentar situaciones o conductas que nos generan gozo y bienestar. Sin embargo, esto solo se logra al tener autoconciencia, la cual yo como terapeuta debo desarrollar y apoyar al otro a desarrollarla, enseñándole y mostrándole ese camino de la contemplación y la meditación.
Además de generar estas actitudes, también se logra conectar con procesos de trascendencia, en el cual respetando las creencias de cada una de las personas con las que trabajemos en este camino, se puede lograr encontrar un significado del ser, más allá del propio cuerpo. Agradeciendo y honrando lo vivido, puede lograrse un camino de trascendencia del ser.
Por esto es que los procesos de la vida y la muerte son personales y no generalizados, pues es la empatía con ese otro ser humano lo que me permite comprender y apoyarlo en su proceso.
Además de lograr esta conciencia y fomentar la presencialidad, aún en estos momentos difíciles y trascendentales en el ser humano, se hace vital reforzar una actitud hacia la muerte de naturalidad, como lo hacían anteriormente nuestros ancestros, donde la muerte no es el “enemigo” del ser, sino un proceso dentro del ciclo de la naturaleza, una “reintegración en el ciclo natural tras el privilegio de la existencia”. La muerte como algo “adecuado al estado natural del hombre”, tratando de disminuir la visión actual, especialmente en occidente, que percibe la muerte como algo ajeno al ciclo vital, como “transgresión o ruptura” y como algo irracional, alimentando cada vez más la negación hacia esta.
Considero que hay que hablar de muerte, educar en la muerte, aceptarla y hacerla parte de nuestras vidas como algo natural de nuestra condición de seres vivientes y generar por encima de los miedos hacia esta, un proyecto de vida que nos permita la inmortalidad en la tierra y en quienes nos conocen, a través de una vida con sentido, con propósito e impacto y así tener certeza que más allá del cuerpo puede existir la trascendencia.
REFERENCIAS:
- Moreno Saavedra, Eduardo. (Sin Fecha). Una aproximación al significado de la muerte humana. Cuadernos de Filosofía Latinoamericana. Universidad Santo Tomás C.E.D.
- Sánchez, Sergio & Granados, Migallón. (2014). Fenomenología. en Fernández Labastida, Francisco – Mercado, Juan Andrés (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL:
- http://www.philosophica.info/archivo/2014/voces/fenomenologia/Fenomenologia.html
- Vargas, Luis. (2001). Aproximaciones a la muerte en occidente. Centro Cultural de la Universidad del Tolima.
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