Por Oscar Andrés Alzate Mejía
Profesor de Anatomía
UAM - UM
El Pie es la estructura inferior de la pierna que está constituido por 26 huesos. El talón y el dorso o empeine están formados por siete huesos tarsianos cortos y gruesos; cinco huesos metatarsianos paralelos forman la parte frontal del empeine y se extienden hacia la parte delantera del pie para formar la eminencia metatarsiana. Los dedos están constituidos por catorce falanges; el Hallux o dedo gordo tiene dos y los demás tienen tres cada uno. Todos los huesos están conectados a través del ligamento plantar que se extiende desde el hueso del empeine hasta los metatarsianos y mantiene a todos los huesos en su sitio. Los movimientos del pie están controlados principalmente por los músculos de la pierna.
Los huesos tarsianos y metatarsianos forman los dos arcos del pie: el arco plantar va desde el empeine hasta la eminencia metatarsiana y, por lo general, sólo se pone en contacto con el suelo por sus extremos, y el arco metatarsiano que atraviesa la eminencia metatarsiana. Con la capa gruesa de tejido graso que se encuentra bajo la planta del pie, los arcos flexibles amortiguan la presión y los golpes producidos al andar o saltar.
El arco longitudinal es la concavidad formada por huesos y articulaciones que se observa en la parte interna de la planta del pie. Esta estructura permite, al estar de pie, distribuir el apoyo a la parte externa. El arco plantar no está presente al nacimiento por lo que todos los recién nacidos presentan pie plano. La presencia de una almohadilla de grasa en la planta del pie y la gran flexibilidad de los ligamentos del niño hace que sea difícil observar el arco antes de los dos años de edad.
El pie puede sufrir numerosas deformidades y alteraciones funcionales, como en el caso de los pies planos, el pie zambo que es una que por lo general tiene origen congénito, y se produce como consecuencia del acortamiento de los músculos y los tendones. El pie también es un lugar de localización frecuente de artritis, e incluso de gota
¿Qué sucede anatómicamente con el pie plano?
El pie plano se define como la deformación del pie como consecuencia de alteraciones en la elasticidad de los ligamentos por lo que la estructura ósea pierde la relación interarticular entre retropié y la parte media del pie, por lo que ocurre un desequilibrio muscular. Dicho de otra manera, el pie plano es una deformidad en valgo con aplanamiento gradual del arco longitudinal del pie que se observa de 30 meses de edad en adelante. En resumen, el pie plano es aquel donde el arco del pie es paralelo al suelo lo cual es producido por la debilidad de los músculos y de los ligamentos del arco.
De manera más elaborada, el pie plano es la disminución del arco plantar por debajo de sus valores normales, con un aumento del ángulo de Costa-Bartani (ángulo formado por la línea que une el polo inferior del sesamoideo interno y el punto más bajo de la cabeza astragalina y por la línea que une este último al punto más bajo de la tuberosidad posterior del calcáneo. Su valor normal es 125°) y el escafoides situado por debajo de la línea de Feiss (línea que une el punto más bajo de la cabeza del primer metatarsiano, el centro del escafoides y el centro de la polea astragalina; es una línea recta). En él se configura tridimensional la bóveda, modificándose los puntos de apoyo normales, de ahí que se tenga una mayor o menor altura de esta y que la huella tenga más o menos forma.
En la actualidad, sólo el 3 % de los pies planos detectados en la infancia, tiene un pie doloroso o incapacidad en la vida adulta. Pero son muchas las alteraciones secundarias derivadas de ésta deformidad que no se solucionan por no tener los profesionales conocimiento de la causa real.
REFERENCIAS:
- Hernández Guerra, R.H. (2006) Prevalencia del pie plano en niños y niñas en las edades de 9 a 12 años. Revista Internacional de Medicina y Ciencias de la Actividad Física y el Deporte vol. 6 (23), 165-172.
- Salazar Gómez, C. (2007). Pie plano, como origen de alteraciones biomecánicas en cadena ascendente. Fisioterapia, 29(2), 80–89.
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